Cuando era chiquito me afeitaba o mejor dicho, jugaba a que me afeitaba, pasándome primero crema afeitar y después, una gillete (con al capuchón puesto) y yo estaba contento jugando que afeitaba una tupida barba.
Mi cuerpo al parecer fue estimulado por ese juego infantil y ya a los 16 me encontré afeitándome mínimamente una vez por semana. Ahí cai en la cruel realidad, jugar a afeitarse es divertido… afeitarse, es una mierda.
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