Cuando fui al primario, tuve montones de enemigos que me hacían la vida imposible, el madrugar, los uniformes y como mantenerlos limpios, la comida del colegio, las carpeta y sus ojas que siempre se me rompían, esa materia loca donde tenia que hacer cosas, como una casa, con palitos de helado y una pistola de pegamento.
Pero mi peor enemigo, el que más problemas me causo, fue la maldita lapicera de pluma a cartucho, realmente le tengo un odio a esos inventos del demonio.
Como soy medio bruto, y me cuesta controlar mi fuerza es decir hacer movimientos sutiles, y cuando era un crio, ni hablar lo que me costaba. Y las lapiceras estas son demasiados frágiles, me duraban… 6 reglones con suerte, después la punta se empezaba a doblar, lo cual me hacia cambiar de lapicera cada materia o escribir con una lapicera completamente rota.
El cartucho era otro gran dilema, que se secaba, que se rompía, que se vaciaba, que como cambiarlo (terminando yo siempre con la mano azul de tinta), que llevar cartucho extra, que no se rompan (también eran fragiles)
Y hablando de manchas de tinta, estas lapiceras de mierda se tapaban cada dos letras y claro, había que agitarlas, el gracioso tema, es que había que buscar el punto exacto de agitarla lo suficientemente fuerte para destaparla, pero no exagerar, por que si no la lapicera terminaría largando tinta, lo cual causaba muchas manchas de tinta. Por supuesto, yo siempre terminaba con todo el uniforme azul, las manos azules, el banco azul y todos los que me rodeaban parecían sacados de un capitulo de los pitufos de cómo los manchaba.
Claro, que la tinta en este elemento de tortura para quienes la usaban, era una mierda y tardaba años en secarse en la fucking hoja, por lo que era necesario usar un papel secante… si no, como me pasaba a mi, cuando cambiabas de hoja, se te manchaba todo.
Por supuesto, que estas lapiceras no son nada si su hermano menor, el borra tinta, un practico invento, que a simple vista parecía un marcado fino, con doble punta, opuestas en cada extremo, en un lado tenia una punta que tiraba un misterioso liquido que borraba la tinta pedorra de la lapicera ( por el olor debía ser lavandina), claro que además de borrar la tinta te dejaba la hoja extremadamente blanda. Y del otro lado, un marcador celeste, parecido a la tinta de lapicera, pero no lo suficientemente parecido para que no se note que uno había tenido que corregir un error.
Y después la gente se preguntaba por que en los dictados copiaba mal, si me la tenía que pasar luchando contra mis propias herramientas.
La verdad que con estos artilugios del demonio que me vi obligado a usar durante 7 años, tuve todo tipo de historias.